Actualmente, vivimos en un mundo en el que todo va a una velocidad vertiginosa. Los avances tecnológicos han facilitado el acceso rápido e inmediato, a cualquier hora y en cualquier lugar, a todo tipo de información. Las redes sociales han mermado nuestra capacidad de atención, a la vez que la reclaman para ellas mismas, distrayéndonos y alejándonos del mundo que nos rodea mientras dejamos escapar el presente que vivimos.
Esto se ha trasladado a todos los aspectos de nuestra vida: nos hemos acostumbrado a vivir ajetreados, siempre con prisas. Y esto también se traduce a nuestra manera de viajar. Y es que irse de vacaciones, a veces, parece más una carrera por “no perderse nada” que realmente disfrutar del tiempo libre que tenemos.
En contraposición a todo esto, surge el movimiento del slow travel.
Pero ¿en qué consiste?
El movimiento slow travel surge en los años 80, aunque se ha popularizado en los últimos años, a raíz de la pandemia COVID-19, y se traduce en la filosofía de viajar sin prisas, a nuestro ritmo. Vendría a ser lo contrario que un modo de viaje de turismo masivo (paquetes todo incluido de vuelo y hotel con pulserita, buffet y barra libre de mala calidad, rodeados de otros turistas sin interés en aprender de la cultura local, disfrutar de su gastronomía o maravillarse con sus paisajes o lugares de interés…), centrándose más en la calidad de los viajes e invitando a los viajeros a compartir más con las personas del lugar, a un ritmo pausado y en sintonía con el ambiente.
El movimiento slow defiende la idea de que conocer un lugar significa desgranar con calma sus regiones, su cultura y su idioma; así como comprender sus tradiciones, sus costumbres, el folklore, su forma de vida, su gastronomía y sus productos; todo de la mano de los locales.
Este modo “slow” de viajar nos enseña a desconectar para reconectar, a bajar el ritmo y a disfrutar al máximo del tiempo que pasamos de viaje y de la gente que conocemos por el camino. Viajar disfrutando de cada momento, valorando las pequeñas cosas y cada paso que damos, absorbiendo al máximo la esencia y la cultura del lugar donde nos encontramos; integrándonos, más que visitando.
Desde conocer la fascinante cultura maorí en la Polinesia hasta las sociedades precolombinas resistentes en América; pasando por conectar con la naturaleza en algunos de los maravillosos parques naturales de Canadá: hay mil maneras de vivir el slow travel.
¿Te animas a probarlo?